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Cómo te explico mi amor al 'Conce'

  • Ilich Rivas
  • 21 dic 2016
  • 4 Min. de lectura

En algún punto de 2000 tengo conciencia de haber estado en el Municipal de Concepción, acompañando a mi papá en una tarde soleada de domingo. No tengo muy buena memoria, pero en ese momento ya me gustaba ir al estadio y recuerdo haber estado pendiente del equipo morado. De hecho me acuerdo de nombres, los que me gustaban como Jorge Torres, Marco Bautista, Mauricio Pozo, Luis Chavarría y también los que mi papá insultaba. Emiliano Garré principalmente, cómo era posible que jugara sólo por ser hijo del técnico.


A mí me caía bien. Me gustaban todos los lilas, pero debía tener razón. Una vez llegamos muy atrasados, corriendo por Tegualda para entrar por la barra visita y alcanzar a ver todo el partido. Subimos y al llegar a la galería nos recibió el loro de Wanderers. Aleteando y a garabato limpio nos dejó claro que ése era su sector, aunque mi papá le decía que todo el estadio era del Conce y que bien se podía volver a Valparaíso. Pero estaba borracho el loro así que poco se podía razonar con él. Creo que nos perdimos por eso el gol de Pozo.


La Copa Libertadores fue inolvidable. Cada partido, cada gol es imborrable de mi memoria. Un niño de 9 años, que sabía y tenía claro el nivel y el lugar que a Concepción le correspondía en el fútbol nacional, también sabía entonces que era un regalo que sólo cabía aprovechar. El gol de Marco Bautista en el minuto 91’ ante Jorge Wilstermann, épico. Marco era mi ídolo, aunque respetaba mucho a Navarro Montoya, Torres, Almendra y a Montecinos.


Para mí el Masa era lo máximo. Quién más podía ser el que nos llevara a enfrentar a Romario, en esa noche con el estadio lleno frente a Vasco da Gama y donde Carlos Verdugo me regaló otro golazo. Yo creo que en ese momento ya era un gran simpatizante.

Luego vendría esa campaña de 2002, que terminaría con un descenso inexplicable para mí, pero que igual seguí con pasión. Me encantaba ese grupo de jóvenes cadetes que se mataban en la cancha, aunque fueran inferiores a todos los equipos de la Primera. Así como en la Copa conocí el éxito, lo que es ser un equipo grande, al año siguiente supe de la decepción, la frustración del equipo en desgracia. Lloré al lado de la radio escuchando ese partido con el invencible Cobreloa de esos años que nos condenaba al descenso. Fue en esa campaña donde ya creo que era un hincha de tomo y lomo.


Todos estos recuerdos son para entender qué es ser hincha de Concepción, motivo por el cual se me encomendó esta tribuna de opinión. Porque ser hincha del Conce, o de cualquier equipo provinciano, es muy distinto al del equipo grande, siempre acostumbrado al triunfo, a las primeras planas y a la sobreinformación de su club.


El grande de Santiago, protegido por el poder, incluso a costa de los demás como en la creación de la ley de SADP y el sistema que vino con ellas, beneficioso para ellos pero que ha destruido a muchos equipos, no sufre tanto: para ellos crisis es una racha de partidos perdidos, quiebres de camarín o salir segundo. Cuánto daríamos en regiones por un subcampeonato.


El hincha de provincia vivió (o le dijeron que vivió) alguna época exitosa, uno que otro logro de mediano peso o campañas relativamente aceptables. Pero lo que conoce más de cerca son las crisis reales, los meses y meses con jugadores impagos, los castigos, ser invisibilizado por el Canal del Fútbol y los demás medios, la Primera B, el bodrio de la Segunda Profesional y cuanto escalafón más inferior hay. El éxito, escaso y a veces sólo moral, es una excepción al decir de Marcelo Bielsa. La derrota es lo común, el pan de cada día es pelear hasta el último minuto para vencer al destino.


Y el hincha del Conce, aceptémoslo, es el que más ha sufrido, hasta estadísticamente hablando, sin que sea llanto. Castigos de todos los tipos imaginables, una década completa de frustraciones. Desafiliados finalmente, es comprensible que muchos se desencanten, probablemente varios lo hicieron y bueno, qué les podríamos reprochar. Pero la mayoría está ahí, esperando el veredicto, haciendo cola para comprar la camiseta de la resistencia, yendo al estadio sin equipo en cancha, sólo para repetir ese ritual que ya lleva 50 años de llegar a la cancha de Puchacay o Estadio Municipal o Ester Roa. Hinchas de verdad, quiéranlo o no.


Porque es muy fácil ser hincha del campeón o del segundo, o de ese equipo que está cómodamente en Primera o en la B, da igual: el equipo juega. Pero ser hincha del expulsado, seguir insistiendo en el sentimiento, en hacerte parte, en reclamar contra la decisión injusta, el centralismo subyacente en ella, contra el modelo perverso instalado en el fútbol, eso es ser de verdad. Y ya es hora que pronto se les haga justicia. El hincha del Conce lo merece.


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