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Opinión: ¿Por qué soy hincha del Vial?

  • Luis Pereira Valdebenito (historiaurinegra)
  • 24 ene 2017
  • 6 Min. de lectura

Cada vez que me preguntan por qué soy hincha del Vial, les digo todo lo que sé, no es por cachiporrearme pero siempre los dejo locos, no solo de palabra, sino que también ellos por un instante entienden y comparten esta locura, lean las anteriores columnas y entenderán un poquito de lo que les hablo. Cada vez que me preguntan qué es ser hincha del Vial, un sinnúmero de adjetivos y sentimiento brotan en mi cabeza. Es algo inexplicable, les digo, si hablo así de sincero, es porque sé que muchos de los seguidores de Octava Pasión habrán de entender de lo que hablo, pues ser hincha de tu equipo, ser hincha del VIAL es sencillamente un privilegio.


Este relato lo escribí hace ya algún tiempo, para ser más preciso a inicios del 2010, luego de descender a tercera el año anterior, y disputar el primer partido en tercera división, de eso ya han pasado casi 7 años, sin embargo, no fue sino hasta poco que vio la luz por primera vez, hoy lo comparto una vez más, pues sigue vigente, tanto como aquel día, tanto que sin quererlo, este sentimiento cumple 120 años.


La prensa ese 2010 especuló que Tehualda, la histórica tribuna de Collao, estaría más vacía ahora que jugábamos en el amateurismo, que los vialinos no llegarían al estadio, que la vergüenza de haber descendido iba a ser mayor que el amor por esta camiseta…que ilusos, que ingenuos pensé esa mañana, al ver ese medio día las gradas llenas de aurinegros contra Valdivia, admirar a los mismos de siempre, sentados tal cual como si el puesto tuviera su nombre en el asiento, tal cual como siempre en las mismas butacas, en los mismos lugares…los mismos de cada domingo.


Un poco más viejos, un poco más grandes, un poco más gordos, pero con las mismas sonrisas y esperanzas de siempre, ver esa mañana a las mismas familias, los mismos hermanos de tribuna, los mismos locos y locas de toda la vida, fue sencillamente hermoso, pero en honor a la verdad hubo algunos que no volvieron, hubo algunos que hasta el día de hoy no regresan; allá ellos, mi desprecio eterno para los de cartón, por ello mi critica en este relato.


Sin embargo, por los que si estaban allí ese día, por los que jamás han flaqueado, y aún hoy siguen luchando. Escribí esta columna, basada en los sentimientos de muchos hinchas, pero no de cualquiera, sino en los de verdad; fue así como recopile algunos escritos y comentarios y lo aterrice a mi realidad de hincha de Arturo Fernández Vial. Aquí les va…


De nada sirven los valientes cuando la guerra ha terminado. De nada sirve los que alzan el trofeo si no estuvieron en los momentos en que la sola idea de pensarlo era lejana. De nada sirven los héroes momentáneos que abandonaron la batalla cuando todos éramos mendigos.


Siempre me ha molestado el hincha que se sube al tren de la victoria pero se baja cuando viene la tristeza. El hincha exitista que desempolva la camisa, se maquilla el cuerpo, y grita orgulloso su pertenencia al club cuando se está clasificado o cuando las posibilidades son ciertas, pero que cuando el equipo lo necesita, de verdad lo necesita, no está allí. El hincha que cree que el equipo se lleva en una camiseta y no en el alma. El que cree que el amor es una cuestión que se puede entregar a plazos, de a poco y no un acto que se debe reafirmar a diario, y entregarse por completo.


Ser hincha del VIAL es un estado especial del alma. Es sentir en la piel que se pertenece no solo a un equipo, sino también a una familia, es haber estado en los momentos de gloria, pero sobre todo, en los de tristeza. Es haber ido al estadio y pese a haberse mamado una derrota perversa, gritar que se es hincha hasta el final y orgulloso mostrase ahí mismo con la camiseta pegada a la piel, y caminar por Collao con la cabeza erguida y los hombros arriba, con la bandera en los brazos y la esperanza de que el otro domingo la historia será distinta; ser hincha es ser visible cuando todos los otros quieren esconderse.

Me molestan los mal llamados hinchas, personas comunes, que putean a sus jugadores, que no le dan su apoyo, que se pasan todo el partido gritando en contra de ellos, que no saben ni siquiera los nombres y posiciones de los que juegan en cancha, y los putean por el número de su camiseta, los que hace años no van al estadio y, sin embargo, critican; seres que son solo en lo colectivo pero no en lo individual. Me molestan porque los he visto a diario, entre mis amigos y cercanos, entre desconocidos en las calles, entre los que a veces van al estadio, disfrazados de hinchas y no lo son.


Me fastidian, en especial, los que madrean a un jugador y luego cuando hace un gol, o llegan a campeonar, corean su nombre (si es que se los aprendieron), me molesta más los que nunca van al estadio, ni oyen un partido, pero que cuando el equipo está ganando, (porque lo leen un día en el diario o lo escuchan en la micro) deciden entonces comprar la entrada para el otro partido de local, para gritar presuntuosos su orgullo, y ser por unos días hinchas número uno del equipo. Aunque en la temporada sucesiva, o incluso en el juego del domingo siguiente, si el resultado no es favorable, se retiren de nuevo a sus cuarteles y dejen que la camiseta se llene de polvo. Seguidores, que escogen partidos, que preguntan contra quién para ver si van o no, como si ese fuera un factor relevante, que creen que amar a un equipo es una cuestión sólo de dinero y no un acto de vida.


Los hinchas de verdad son los que van siempre al estadio, los que han soportado años sin triunfos y sin embargo aun así aman al equipo, los que nunca lo han visto campeón y a pesar de todo se sienten parte de la historia, los que los han visto ganar títulos y a pesar de los malos años, de dirigencias asesinas, no abandonan jamás el tren ni la fe. Incluyo aquí, como hinchas-hinchas, a los de la Furia Guerrera, a los más fieles, a los de verdad, a los cabros que machetean por entrar al estadio, a los que viajan kilómetros con la plata justa, a muchos anónimos, al ‘Feña’ de Raza Inmortal, a los muchachos de ‘Historiaurinegra’, los que sin cobrar uno, domingo a domingo lo literalmente dejan todo en la cancha, tan solo por amor; a los cabros de Todo por el VIAL al viejo Lucero, mi cariño eterno para ellos, pero sobre todo a esos hombres y mujeres de 60 años para arriba; que cada partido van al estadio, a los que en silla de ruedas o con muletas llegan igual, pues me impresiona verlos y sentir como ganan un poco de vida con un triunfo o la pierden un poco con la derrota.


Para mí, hincha es el que representa esa incondicionalidad en todo momento: el que sabe que el fútbol y tu equipo son para toda la vida. El que no le importa nada más que estar presente en el estadio, y se emociona cuando ve a su equipo; el mismo que cuando se va perdiendo grita, pero para apoyar, para incentivar la remontada, de esas que solo el Vial y los vialinos conocemos, ser hincha es no buscar culpables con cada derrota, porque se reconoce que uno es el primero, el que no agarra a chuchadas a los jugadores, al equipo ¿cómo insultar lo que se ama?, un hincha de verdad jamás lo haría, eso queda para los de cartón; hincha es el que aplaude a los que sienten la camiseta, así no sea talentoso; el que grita igual la salida, el entretiempo o el final sin importar el marcador; el que lleva al equipo en sus pensamientos día a día, el que viaja más de 600 Kilómetros cada fin de semana (Negrete).


El hincha, en el fondo, es ser un privilegiado que sabe que su único y verdadero amor eterno, es ese equipo de fútbol por el cual cambiaría muchas cosas tan solo por verlo, campeón, y que a pesar de saber que en un buen tiempo, eso no se va a dar por diversas razones, aun así lo sigue; con igual o más emoción.


Por eso Club Deportivo Arturo Fernández VIAL….Tú eres mi vida y mi pasión……y a pesar de no salir campeón ese año……por tu historia y tu gente eres y serás por mucho tiempo la envidia de muchos, que quisieran tu hinchada, una hinchada de verdad.


FOTOS: Fernando Lagos, RAZA INMORTAL


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