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No solo es fútbol, Vial es orgullo obrero

  • Juan Pablo Orellana
  • 16 feb 2017
  • 5 Min. de lectura

Escribir de fútbol desata toda la pasión que cualquier hincha, de cualquier club, puede entender fácilmente, pero escribir de fútbol y política, pareciera ser algo más tedioso e incluso antinatural. Bueno, eso puede pensar cualquiera, menos un hincha del Vial, ya que en su ADN, la relación entre la institución ferroviaria y la política cruzan toda su secuencia. No quiero decir que otros clubes no tengan relación con la política; sobredocumentado está el vínculo entre la burguesía penquista y el famoso DC. (Siempre me he preguntado si los punkis lilas saben los orígenes de su equipo, si saben que el equipo morado jugó un partido en el 74 para “la reconstrucción de Chile”, es decir, que mientras las viejas cuicas donaban sus joyas, el equipo morado se puso a disposición del dictador para contribuir en su lucha por la liberación del país del cáncer marxista). Qué distintos somos.


De la política que quiero hablar hoy, es de la política popular y clasista que siempre ha marcado el espíritu del club ferroviario. No haré una revisión histórica sobre los antecedentes de la huelga de 1903. Solo transitaré por lugares comunes que nos permitan reafirmar las condiciones que nos hizo bautizar al Almirante como el equipo del pueblo y que estampamos en nuestra camiseta el año pasado: ORGULLO OBRERO.


Lo primero que hay que destacar, es que el Vial es el primer equipo de trabajadores en Chile. Si el deporte rey llegó en barco a nuestro país, fueron ingleses quienes casi exclusivamente lo practicaban, y lo practicaban en sendas reuniones de traje y etiqueta para el disfrute de nuestra elitista aristocracia criolla. Este hecho queda ratificado con el desarrollo del primer gran torneo disputado en nuestro país: la Copa Té Ratampuro y del cual nuestro querido Almirante, se declara a su vez, como el primer tricampeón.


Un club de obreros entonces, era un golpe de timón necesario para la extensión y propagación del deporte en el pueblo. Es decir, fueron los ferroviarios uno de los principales difusores del balompié en nuestro país. Pero el club no se quedó ahí. Encontraba poca cosa ser un pionero, sino que entregó su sello de inmediato al ser el primer club de Chile en aceptar socios de todas las nacionalidades. Es decir, el espíritu internacionalista de la clase obrera, decretaba en un soberano club al sur del mundo, que los trabajadores no tienen patria que los represente y que por su parte, tienen un equipo que va a jugar por todos ellos.


Es decir, que desde nuestra génesis hemos representado a esa parte de la humanidad que el sistema capitalista le niega su humanidad. Por eso el Vial es la alegría del pueblo, gane o pierda, es su alegría, su derecho a la venganza. Un gol del Vial es eso, es la venganza del pueblo al que constantemente se le ha negado la risa. Este machacado de hechos no tendría sentido si lo viéramos pasar de lejos, si como personas no nos inquietáramos por lo que vive el país. Por eso voy a aprovechar de contar mi propia historia:


Mi viejo: chofer, disfrutaba y alentaba al Colo Colo. Importante club sin dudas. (Después verán como agarra sentido esta descripción). Pero el país exigía otras cosas en la arena política. Corrían los años más oscuros y tenebrosos de una dictadura que se prolongaba por mucho tiempo. Condenado a mantener una familia, no podía negar cualquier entrada extra del escaso dinero. Así, la naciente y populosa barra vialina hace acuerdo con el dueño del bus para un partido. No tengo mayor detalle, creo que mi viejo lindo, tampoco se acuerda mucho. Con más desanimo que entusiasmo porque le iba a tocar laburo el domingo, se dispuso solamente. Llegado el día, la familia vialina se instaló. Se llenó el bus, llegaron al estadio. No creo que haya estado algo en competencia, el vialito históricamente ha tenido pocas definiciones, pero la incondicionalidad de la barra, a mi viejo ya le empezó a llamar la atención.


Haciendo ingreso en el estadio para no aburrirse en la espera, escuchó uno de los tantos himnos de guerra: EL VIAL UNIDO, JAMÁS SERÁ VENCIDO, seguido de cerca por unos: QUE SE VAYA PINOCHET. Era lo mismo que sonaba entre marcha y marcha contra el tirano. Entró en escena de repente, una de las prohibiciones máximas. Un lienzo enorme, con la insignia antigua del Vial en un rincón, y al otro lado, la cara del Che. Perplejo mi viejo, perplejos los pacos, comenzaron los tira y afloja entre la policía del dictador y esa fervorosa gente que defendía más que el lienzo, lo que este significaba, en plena dictadura. No hay más, este es el equipo del pueblo, dijo. Y se hizo vialino, e hizo vialino a su viejo, mi tata, y a su hermano, y después a cada uno de sus hijos, y así, ya van tres generaciones de hinchas del inmortal.


No sé si esta historia alcance a reflejar el espíritu popular y reivindicativo de nuestro Club. Pero estoy seguro que deja explicito algo que muy pocos clubes tienen y que voy a llamar de invariante. En este caso, la invariante ferroviaria, que es ese conjunto de condiciones y valores que nunca van a dejar de existir porque constituyen el núcleo cero de la institución. En el caso del Vial, esa invariante es su profundo sentimiento de potrero, que para nosotros no es nada negativo y que por el contrario, nos ha permitido mantener viva esa llama del fútbol popular que se ha venido extinguiendo en las grandes ligas. Esa invariante siempre nos ha invitado a ser oposición, a ser resistencia. Resistencia no sólo a los dictados del fútbol moderno, basado en los valores del mercado, sino también a las injusticias sociales y los dictadores de nuestra patria y balompié. La invariante ferroviaria se opuso a Pinochet, como se opuso a las Sociedades anónimas deportivas.


Aquí, la invariante ferroviara entonces, es sinónimo de alegre pasión por el fútbol y el pueblo. No se puede ser vialino sin amar al club, pero tampoco se puede ser vialino despreciando al pueblo y lo que este representa. La invariante ferroviaria aglutina, porque fue el reconocernos lo que nos permitió sobrevivir a la crisis; Es decir que la invariante ferroviaria son esos valores populares, adosados al amarillo y negro. La invariante ferroviaria es el hombre del camión, la mujer de la feria, el viejito que transmite la historia y el vigor juvenil de los cabros de la FG.


La invariante ferroviaria es la que nos lleva cada domingo al estadio, en tercera, segunda o primera, pero es también ese demonio interno que nos inquieta, que nos canta, porque la invariante ferroviaria, una vez conocida, nunca va a dejar a alguien indiferente. Como ya ven, así le pasó a mi viejito. Allí, donde menos se lo esperen, va a ver alguien invadiendo una cancha con la camiseta del Vial o un fotógrafo pegándole a un árbitro cobrando una justa venganza por toda la galería. Pero también, allí donde menos lo esperemos, nos vamos a encontrar una camiseta, un banderín en un auto, una foto, una historia que haga reflorecer la invariante ferroviaria y que la prolongue hasta el infinito, que la vuelva INMORTAL una y otra vez. Por eso, no perdamos ocasión y saludemos con un gran YA VIAL a cualquiera que vista nuestro manto sagrado, porque somos pueblo, somos el equipo del pueblo y tenemos un profundo y arraigado ORGULLO OBRERO.

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